lunes, 4 de enero de 2016

Él habla de besos, como si aún recordará besar.

Esporádicamente olvido
a qué saben sus besos,
una amnesia momentánea,
un olvido selectivo;
Vaya su memoria,
siempre niña no encontrada, 
cuando de besos se trataba,
ella jugaba entre las rosas.

Frecuentemente recuerdo
que se parecían al vacío
no porque no tuvieran nada,
era que me dejaban sin respiro.


Y vivía así del recuerdo
de una boca de abismo,
resultando siempre lo mismo,
el olvido y el beso.

Recordé algunos besos furtivos,
y otros entre la gente;
algunos se me perdieron en la mente,
y otros se los llevó el olvido.

Sus labios de color cerezo,
eran imán atractivo, 
le envolvía hasta los sesos,
almíbar adictivo.

Labios de misterio
perfumados de victoria,
besarlos era la gloria,
dejarlos era el infierno.

Era el cielo de sus demonios,
era el suelo de sus sueños,
oscuro y ardiente circonio,
de sus deseos el dueño.

Era su boca
la tibia cárcel de mis labios,
de mis besos más intensos,
de mis palabras más sentidas,
de mis suspiros más extensos.

Era la jaula
de su preferido vuelo,
su escondite eterno,
beso y boca, boca y beso,
atrapado, poseso.

No había conocido antes
encierro más preciado;
ser tu claustro lo más amado,
y mi libertad el fin del sueño.

Dónde memoria sin recuerdo,
dónde atrapar y estar libre, 
dónde lo efímero es eterno...
Sino en un beso que vibre.





                                              A David... si algún día me lee.

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